Somos
Justificación
Vivimos conectados y las redes ofrecen oportunidades de conexión y comunicación, pero no están sirviendo como forma de transmisión ni de disminución de las desigualdades. Estamos muy cerca unos de otros, pero de forma compartimentada, es preciso construir canales de interacción que nos haga más cercanos, más iguales y más hermanos.
Por ello esta propuesta pretende construir una forma de relación que favorezca el encuentro, la corresponsabilidad, la adecuada utilización de los recursos y un reciclado, de los bienes privativos que pueden pasar a ser compartidos y a redistribuir la riqueza, favoreciendo el uso y la interrelación, sin que el pago de los costes a precio de mercado sean la forma de intercambio ni la reciprocidad o el trueque.
Aunque es una propuesta de reciclado, es diferente al que estamos acostumbrados. La definición de reciclado nos hablar de someter un material usado a un proceso para que se pueda volver a utilizar. Así se hace uso de un bien hasta que por falta de uso, porque se pasa de moda, hay un cambio de talla, etc. se aporta para su uso por otra persona o para reutilizar el material con el que está hecho.
Nuestra propuesta incluye el reciclado pero también propone desarrollar los dos componentes de las 3R de la ecología: reducir, reutilizar y reciclar. Realizado un uso compartido de un mismo bien por varias personas de forma alternativa y en función de la necesidad de cada cual, aunque es preciso articular dicha demanda.
Seguramente el día que esto suceda, la producción y el intercambio en colaboración dejarán de ser un sector marginal para convertirse en el paradigma dominante, y el capitalismo será lo poco habitual, y no al revés como sucede ahora. (https://www.ecointeligencia.com/2015/07/economia-compartir/)
La privacidad de la propiedad, según cómo se viva o se exprese, puede entrar en conflicto con el destino universal de los bienes que plantea la Doctrina Social de la Iglesia. Pero compartir una manzana o una bebida no es posible salvo que físicamente compartamos un tiempo y espacio y en el encuentro puede surgir la posibilidad de su reparto.
Pero la realidad es que hay personas que poseen bienes que facilitan la vida o que hacen posible un disfrute en la vida de actividades que sin ellos no es posible o lo hacen dificultosa. Y que, hay personas, grupos de personas con muchas dificultades de acceso, con el añadido que quien lo disfruta lo utiliza lo hace de forma ocasional y sin que sea respuesta a una necesidad mantenida. A los ricos de este siglo mándales… que den fácilmente, que comuniquen [1 Tim. 6, 17]
El ejemplo más típico es el coche o vehículo de transporte. En ocasiones un objeto caro en la compra y en el mantenimiento que, en algunos casos, es una herramienta de trabajo, pero para otros es una herramienta para un uso puntual. En estos momentos de disminución de recursos sería recomendable el uso compartido de bienes que pueden ser comunes o directamente compartir el uso de un bien privativo.
Paulo VI afirma que «la propiedad privada para nadie constituye un derecho incondicional y absoluto. Nadie puede reservarse para uso exclusivo suyo lo que de la propia necesidad le sobra, en tanto que a los demás falta lo necesario.»
Hay riesgos en este tipo de iniciativas. Uno de ellos es que se haga una comunidad de ricos o de amigos que comparten su riqueza, dejando al margen los que menos tienen y tienen menos posibilidades de compartir. Y otro, que sea una organización de caridad, mal entendida, donde se comparte lo que sobra, lo obsoleto o lo que estaríamos dispuestos a desprendernos. Pero no sería de justicia ni una forma de canalizar la disposición de un bien para que su destino sea más universal.
Y, por tanto, ni se convierte en transformadora de nada, de nadie y, mucho menos, de las formas de relación y de cauce de acercamientos de los unos con los otros y de todos con todos. Esto, por tanto, no deja de ser una herramienta de trabajo.
Es verdad, que la Iglesia y los cristianos tienen experiencia de compartir en comunidad, con unos lazos y unas implicaciones fuertes, habitualmente, entre sus miembros. Y, de alguna manera, de los miembros de la comunidad con los que participan con su carisma y son destinatarios de su misión, al igual que esta experiencia se produce en muchas de las familias naturales, siendo más limitado la experiencia de compartir bienes comunes o de hacer partícipes a otros de los bienes propios o participar de los bienes de los demás, generando estructuras de donación, pero no de corresponsabilidad ni de compartir.
Debemos avanzar para que la instituciones al servicio de los pobres no se conviertan en empresas de servicios a los pobres.